La Séptima Cruzada

La Séptima Cruzada fue liderada por Luis IX de Francia entre 1248 y 1254.
En
1244 los musulmanes retomaron Jerusalén tras la tregua de diez años que siguió a la Sexta Cruzada. Este hecho no supuso el gran impacto que en ocasiones anteriores, debido a que Occidente ya había visto como Jerusalén cambiaba de manos en diversas ocasiones. La llamada a la cruzada, por tanto, no fue inmediata ni generalizada. Los monarcas europeos estaban ocupados en sus asuntos internos, y sólo el rey de Francia, Luis IX, declaró su intención de tomar la cruz en 1245.
En aquella época, Francia era posiblemente el estado más fuerte de Europa, y tras tres años recolectando fondos, un poderoso ejército, estimado en unos veinte mil hombres fuertemente armados, partió de los puertos de
Marsella y Aigues-Mortes en 1248.
Fueron en primer lugar a
Chipre, donde pasaron el invierno negociando con las distintas potencias locales. Finalmente, decidieron que su objetivo sería Egipto por considerar que sería una buena base desde la que atacar Jerusalén y aseguraría el suministro de grano para alimentar a los cruzados. Al igual que en la Quinta Cruzada, el ataque se centraría en primer lugar en la ciudad de Damietta, que ofreció poca resistencia a los europeos. No obstante, las inundaciones del Nilo volvieron a intervenir en contra de los occidentales, obligándoles a permanecer en la ciudad durante unos seis meses.
En noviembre, Luis marchó hacia
El Cairo. En ésta época murió el sultán de Egipto, as-Salih Ayyub. Una fuerza liderada por Roberto I de Artois y los caballeros templarios atacaron el campamento egipcio, pero fueron derrotados y Roberto murió. Al mismo tiempo, la fuerza principal liderada por Luis era atacada, y también derrotada, por el general mameluco Baibars.
Tras un nuevo fracaso en el asedio de
al-Mansourah, Luis decidió regresar a Damietta, pero fue tomado prisionero en el camino, y por si fuera poco, cayó enfermo de disentería. En mayo, tras el pago del rescate, fue liberado, e inmediatamente abandonó Egipto, dirigiéndose a Acre, capital del Reino de Jerusalén (o lo que quedaba de él). Mientras estaba allí, una revuelta en Egipto puso en el poder a una distanía mameluca, iniciada en la persona de Turanshah.
En Acre, Luis se dedicó reconstruir las ciudades cruzadas y a pactar con los mamelucos e intentar hacerlo con los
mongoles la nueva fuerza que había irrumpido con tremenda fuerza en el Oriente Medio.
En
1254 se agotaron los recursos económicos de Luis; además se requería su presencia en Francia, pues su madre y regente Blanca de Castilla había muerto recientemente. Con el retorno del rey a sus tierras, la cruzada concluyó en un fracaso para los europeos, sin embargo el prestigió de Luis aumentó. Más tarde protagonizaría un nuevo intento de retomar Tierra Santa (la Octava Cruzada) que acabría también en fracaso.

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